Diana Monsalve Lafaurie
Estudiante del Programa de Trabajo Social, Universidad de Cartagena.
dcmlaf@hotmail.comEn el presente texto se pretende realizar una breve ilustración sobre la relación existente entre el género, como constructo social y la escuela, como institución reproductora de éste. Por otra parte, se busca generar críticas de aquellos mecanismos sutiles y naturalizados, basados en estereotipos, con los cuales se construye género en la escuela.
Hay que reconocer que en nuestra sociedad la organización y desempeño de las funciones está determinada por los roles impuestos a hombres y mujeres. Tenemos en consecuencia, que las relaciones entre los sexos no son hechos naturales, sino que se trata de una producción sociocultural determinada por relaciones de poder en la sociedad.
Lo cierto es que el género no es un hecho natural, por ello, Teresa de Lauretis (Domínguez, 1997, pág. 4) define el género como la representación de una relación, que se traduce en la pertenencia a una clase, a un grupo, a una categoría y tiene la función de constituir a los individuos concretos en hombres y mujeres. Por consiguiente, entender el género como una representación, implica pensarlo como una construcción social y cultural, mientras que la diferencia sexual anatómica es un estado natural. En esta línea, de acuerdo con María Elvia Domínguez (Pág. 4.) el género es la imagen que se hacen los individuos de la relación que establecen con los otros, representación que asigna una identidad como hombre o como mujer con todas sus significaciones.
A partir de lo anterior se considera que las dinámicas según las cuales los individuos construyen género son reproducidas mediante los imaginarios transmitidos por los padres y las madres, en la familia y en las relaciones que se establecen con los otros, en el entorno social en el que se desenvuelven, en instituciones como la escuela, la iglesia, los grupos de pares, entre otras; naturalizando y tipificando estos, mediante las prácticas cotidianas.
Es oportuno recalcar que en este texto se hará referencia a la construcción de género en la socialización secundaria, específicamente en la escuela, tanto en la educación impartida por los docentes como las interrelaciones e interacciones del individuo con los demás, y las dinámicas que recrean la desigualdad entre hombres y mujeres; es por ello que se hace preciso develar y comprender los mecanismos de producción y reproducción de las desigualdades de género en la escuela producidas por los estereotipos sociales.
Aquí conviene hacer referencia al planteamiento de Marina Becerra (2006, pág. 2) quien sugiere que las identidades, tanto masculinas como femeninas, se han perpetuado a través de mecanismos muy presentes en los planteles educativos, de una forma tan simbólica y sutil que se nos hace difícil reconocerlo, aunque se encuentren en cualquier ámbito de la sociedad. En efecto, la escuela, es una de las principales instancias encargadas de perpetuar en todos los ámbitos de la sociedad las expectativas sociales que se tienen de los individuos desde su nacimiento. Entendidas por estas, todas aquellas costumbres, discursos, significaciones, representaciones, atribuciones, actitudes, comportamientos, -incluso aspiraciones- es decir, aquellos papeles y roles que deben asumir hombres y mujeres dentro de una determinada cultura y un determinado tiempo.
Según lo descrito anteriormente, sería prudente destacar la educación en la escuela, como un elemento trascendental en este proceso de construcción, se trata desde luego del instrumento utilizado que garantiza que todo individuo en una sociedad como la nuestra pueda acceder a cualquier tipo de discurso. En esta línea, todo sistema de educación, según Foucault (1987, pág. 24) es una forma política de mantener o de modificar la adecuación de los discursos, con los saberes y los poderes que implican.
En la sociedad contemporánea, a pesar de los avances tanto tecnológicos como los logrados en materia de género, las relaciones entre los sexos están fundadas en la desigualdad. En este sentido, la escuela, como institución social está atravesada por diversas expresiones de esa desigualdad, por parte de los docentes, en sus relaciones con los estudiantes, pues, en estas relaciones se transmiten valores, normas y pautas de comportamiento asociadas con género, debido a que están mediados por creencias y actuaciones que reflejan estereotipos sociales discriminatorios como sexismo, homofobia y xenofobia (Domínguez, pág. 17); De esta circunstancia nace el hecho de que las dinámicas institucionales reproduzcan y recreen las inequidades de género. Estas dinámicas culturales perpetuán la segregación en un ambiente de diferenciaciones y desigualdades que conviven conflictiva pero armoniosamente (Domínguez, pág. 16).
Basándose en Rico y demás (Rico, Rodríguez, Alonso; 2002, 20) es prudente señalar que hay patrones diferenciales en las relaciones docente-estudiante, evidentes en la distribución de funciones, responsabilidades, y reconocimiento de manera distinta y asimétrica, según el sexo del estudiante. En este sentido, la escuela reproduce y perpetua no solo las divisiones de clase sino la división sexual tradicional de las tareas sociales, lo cual no solo incide en su selección de campos de conocimiento sino en la construcción como persona y como sujeto social, de acuerdo a Subirats (Rico, Rodríguez y Alonso, 1994, 1997, pág. 21).
Por lo anterior y siguiendo a Subirats (Rico, Rodríguez y Alonso, 1994, 1997, pág. 24) se puede decir que los atributos que se le asignan a los varones como son la autonomía, racionalidad, inteligencia, liderazgo, entre otros; todos ellos en valoración positiva en los distintos escenarios donde se mueven; a las mujeres por su parte se les atribuye el sacrificio, el afecto, la solidaridad, la generosidad, según el escenario. De acuerdo a lo anterior, hombres y mujeres van aprendiendo cuales son las conductas permitidas y prohibidas, lo que conforma una socialización sobre la base de significados compartidos por directivas, docentes y estudiantes, proceso que es no consiente (Rico, Alonso, Rodríguez; 2000, 20).
Todo esto parece confirmar que la educación en la escuela aporta habilidades, formas de pensar, sentir y hablar con las que posteriormente el individuo podrá identificarse con ciertas prácticas y espacios de acuerdo a su sexo, en una determinada sociedad. Esta educación no es neutral sino que conlleva consecuencias sociales dependiendo del desempeño de los roles de los sujetos. Por tanto, el desarrollo de las competencias de hombres y mujeres se ve interferido por los contenidos que la cultura ha pre-fabricado alrededor del género, transmitidos a través de esta, los cuales son internalizados por las y los actores e inciden sobre las prácticas cotidianas en el espacio escolar, dentro y fuera del aula.
Por dichas razones, la escuela, considera fundamental ocuparse de la educación de los niños, puesto que, su función central es la integración social, fundada en la homogeneización cultural (Becerra, 2006, pág. 4); como se ha dicho anteriormente, ésta asigna a todos los individuos una función de acuerdo a su sexo con la que la ciudadanía se organiza. De ese hecho, que se creen y reproduzcan estereotipos e imaginarios sobre lo que es y cómo debe actuar cada individuo. De esta forma estos estereotipos se producen articulados con otras formas de discriminación, como las de clase, etnia, religiosa, sexual dentro de las estructuras sociales de una cultura.
Conviene, sin embargo advertir que a pesar de los cambios que se han dado, aun sigue habiendo una distribución inequitativa de los roles y espacio en los cuales deben desenvolverse hombres y mujeres. Cabe resaltar que esta situación se desprende del la forma como los docentes al impartir sus enseñanzas marca las diferencias relacionales entre los y las estudiantes y paralelamente reproduciendo imaginarios y las expectativas sociales de lo que se esperan de hombres y mujeres. Al respecto, es preciso desnaturalizar todos aquellos mecanismos y dispositivos con los cuales se perpetúa esta inequidad que subordina a las mujeres, para poder fomentar la igualdad de derechos y la equidad entre los sexos en las escuelas.
REFERENCIAS1. BECERRA, Marina. Universidad Nacional, Informe de Investigación: “CIUDADANÍA Y DISCRIMINACIÓN POR GÉNERO EN EDUCACIÓN”. Febrero 3. Colección Senior. Biblioteca y Centro de Documentación UNTREF Hemeroteca Digital. http://www.untref.edu.ar/documentos/proyectosdeinvestigacion/Becerra.pdf
2. FOUCAULT, Michelle. EL ORDEN DEL DISCURSO. Editorial Tusquets. Barcelona, España. 1987.
3. RICO de Alonso, Ana; Rodríguez, Angélica; Alonso, Juan Carlos. EQUIDAD DE GÉNERO EN LA EDUCACIÓN EN COLOMBIA: POLÍTICAS Y PRÁCTICAS. Papel Politico Nº 11, 2000.
4. DOMÍNGUEZ Blanco, María Elvia. EQUIDAD DE GÉNERO Y DIVERSIDAD EN LA EDUCACION. Universidad Nacional de Colombia. Publicado en www.utp.repes.edu.co